jueves, 27 de diciembre de 2007

Irak

Bush, Bin Laden, CNN

domingo, 20 de mayo de 2007

Agradecimiento a Mario Mazzone



Llegue pequeño desde las estepas patagónicas a esta gran ciudad. Buenos Aires me recibió rodeándome de gente, de cientos de miles. Y sin embargo me embargaba la soledad.
Enclaustrado entre cuatro paredes busqué a alguien que me ayudara a escapar (aunque sea por un ratito) del encierro y de la soledad pero sin moverme de casa.
Encendí la radio, moví el dial, busque alguna radio que me entusiasmara y que me anime a tararear las letras de alguna canción conocida. Por supuesto que también me informara y que además me enseñara un poco más de la cultura, del arte y de la vida.
Divisé una transmisión muy interesante en el horizonte del dial y fue así que descubrí FM Horizonte (hoy extinta). Corría el año 1990. El mes era Enero.
La canción terminaba. Luego, un breve comentario cultural por parte de un locutor que cerraba con el singular latiguillo que caracterizaba a aquella FM diciendo:
“Mientras tanto ¡Aquí…! En la gran ciudad. Una nueva hora… comienza.”
Y era cierto, una nueva hora comenzaba y con ella una nueva canción.
Pero no todo era música para mí uno también debía informarse. Por suerte un periodista, de voz muy gruesa y limpia, me informaba acerca de la actualidad de aquella gran ciudad y de lo que también pasaba en el mundo por aquellos años. Así conocí por primera vez a un periodista de raza y un buen porteño de ley. Así conocí, al distinguidísimo Mario Mazzone.
Su voz me acompaño durante cuatro años. Personalmente nunca lo había visto por lo que no tenía una imagen formada de el. Sin embargo lo imaginaba como un tipo de porte grande, barbudo, de pelo ralo; quizás era porque su voz grave y la seguridad con la que hablaba y modulaba su voz me hacía recordar a un locutor de Comodoro Rivadavia, provincia del Chubut. Cuán errado estuve cuando después de un par de años de no saber nada de él (FM Horizonte había desaparecido) me enteré a través de la TV como era este periodista que se había ganado el mayor de mis respetos. Conduciendo NT aparecía un hombre elegante, de buen porte (y no de gran porte), canoso (bastante), lampiño. Ese era Mario a cara lavada. Muy diferente ha como me lo imaginaba.

Lamentablemente hoy, varios años después (o quizás no tantos) de haberlo visto por vez primera, esta mañana murió Mario Mazzone. Murió joven, murió de una embolia. Tenía además cáncer; esto yo no lo sabía hasta el día que partió.
Tipo bonachón, divertido, sobrio, regio. Pero se fue y lo que los quisimos (todos los argentinos) lo extrañaremos.
Adiós, adonde quieras que se haya ido, Sr. Mario Mazzone y gracias también al destino por haberlo cruzado a este tipazo en mi camino aquellos solitarios días de Enero.

sábado, 19 de mayo de 2007

La increíble historia de Burro Schmidt

Fuente: The History Channel
Un joven buscador de oro se propuso a solas conquistar una montaña cavando un pasadizo a través de ella. Al comienzo, este hombre, no sabía que aquella tarea consumiría la mayor parte de su vida, ni que su determinación crearía un impresionante legado para las generaciones posteriores.
En 1890, William Schmidt de 19 años de edad abandonó su natal Rodhe Island para dirigirse al Oeste de los EE.UU.
“El tenía 6 hermanos y hermanas y todos ellos murieron de tuberculosis o consumidos, como se decía en aquel entonces, entre los 11 y los 29 años de edad. Los médicos de la familia le dijeron que le convenía mudarse a un lugar de clima mas seco. Por eso decidió marcharse a California“ Elva Younkin – Curadora del Maturango Museum
Schmidt llegó al desierto Mojave de California donde trabajó en minas de hierro. Después de un tiempo el aire seco del desierto le despejó los pulmones y la amenaza de tuberculosis se hizo menor. Sin embargo en algún momento de su viaje el joven contrajo una nueva enfermedad: la fiebre del oro.
Schmidt apostó a un lugar ubicado a una altura de 1.200 metros en las polvorientas montañas del Paso California. Era un árido paisaje lleno de cactus, lagartijas y serpientes.
Schmidt adoptó a un par de burros y los bautizó como Jack y Jenny luego el mismo asumió el apodo de burro en honor a sus dos compañeros.
Valiéndose solo de unas cuantas herramientas rústicas llevó la vida de un minero de roca dura. Trabajaba solo buscando oro en un solitario desfiladero de montaña llamado Last Chance Canyon o Cañón de la última oportunidad.
“Básicamente la vida allí era muy dura. Todo lo que hacía falta llevar al área se llevaba por ferrocarril incluyendo los equipos de minería. Lo más probable es que hubiera otros mineros en el área cuando burro llegó pero no debieron ser demasiados. Aquellos hombres no socializaban mucho porque en esa época se robaban muchos permisos y derechos de explotación” David Ayres – Guía del túnel Burro Schmidt.
Aquel era un trabajo perfecto para Schmidt a quién le gustaba la soledad. Para llegar al pueblo mas cercano Mojave había que atravesar 32 Km. de un paisaje desértico y la minería del oro era cualquier cosa menos un trabajo sociable. Sin embargo si Burro hallaba una cantidad importante del mineral la distancia a la que se encontraba de cualquier lugar civilizado podría resultar un problema.
Necesitaba un atajo para llevar el oro a los compradores en Mojave.
Así se le ocurrió la idea de un túnel. Un túnel que el mismo abriría en el centro de la montaña Copper para llegar al otro lado. Dos años después de haberse establecido comenzó a cavar pero no compartió con nadie su plan.
“El túnel era un secreto para los lugareños, incluso hoy en día. Era un área de muy difícil acceso. En ese entonces no había carretera alguna que llegar hasta aquí” David Ayres.
Cada mañana Burro se levantaba con el sol con temperaturas que iban de 49ºC en verano a -1ºC en invierno. Y cada día comenzaba a trabajar en el túnel con un único propósito en mente: progresar.
Pero la montaña era un duro oponente para él. Al atardecer Burro regresaba a su vida de solitario cocinando tortillas y frijoles sobre una hornilla de leña dentro de una modesta choza de una habitación. En la mañana se levantaba de nuevo para atacar su tarea en la montaña.
La rutina diaria de Burro se prolongó durante años. Mientras tanto se terminó la construcción del Canal de Panamá. La I guerra mundial vino y se marchó pero Burro tenía un solo propósito en la vida: terminar el túnel.
La arquitectura del túnel comenzó a definirse poco a poco. La altura era de 1,80 metros y el ancho variaba entre 4,30 metros y 6 metros. Además el túnel tenía esquinas de ángulo recto e impresionantes arcos. No había vigas de madera ya que la roca natural era lo suficientemente firme como para sostener paredes y techos. La temperatura era agradable de unos 20ºC y permanecía estable durante todo el año.
Comenzó la era de la prohibición y los alocados años ´20 pero Burro casi nunca veía la luz del día. Tenía una sola cosa en mente y eso consumía toda su atención: expandir el túnel.
“Cuando se hacen trabajos de minería en rocas duras es necesario usar explosivos. Para ello el utilizo entre otras cosas un taladro de mano. Abría el agujero, lo llenaba de pólvora, metía una mecha encendida y seguidamente corría tan rápido como le fuera posible hasta que se arrojaba en el suelo. Varias veces salió diciéndoles a otros buscadores de oro del área cosas como “esta vez casi me alcanza”” Elva Younkin.
Para mediados de la década de los ´30 había un ferrocarril que circulaba por el medio del valle. Era la manera más rápida y eficiente de llevar el oro a los compradores. Así el túnel ya no era necesario. Pero después de pasar 20 años cavando Burro no estaba dispuesto a rendirse. Ahora su propósito en la vida era más que encontrar oro: terminar el túnel.
“Existen muchas teorías que explican por qué siguió cavando. Algunos dicen que estaba simplemente obsesionado con la idea de atravesar la montaña por dentro. Otros dicen que el sentía que mientras mas duro trabajara mas tiempo viviría” David Ayres.
Burro permaneció en la oscuridad durante el colapso de la bolsa, así como durante la depresión. Sus únicos amigos Jack y Jenny murieron. Pero su dedicación al túnel permaneció intacta. Después de 26 años cavando había avanzado 500 metros hacia el interior de la montaña. Le quedaban todavía unos 300 metros para llegar al otro lado. Así que tendría que cavar al menos 20 años más para lograrlo.
Encorvado y deformado después de toda una vida de trabajo decidió dar un abrupto giro hacia la derecha. Suponía que esa sería la manera más rápida de salir.
“En los últimos 30 metros del túnel debes agacharte un poco mas que en el resto. Es el trecho del túnel donde el techo es mas bajo porque Burro ya tenía 68 años de edad cuando lo cavó. Estaba viejo y cansado y ello se nota cuando se atraviesa ese segmento del túnel” David Ayres.
En 1938 mientras estallaba la 2º guerra mundial en Europa Burro se asomó finalmente a la luz del día en el otro extremo de la montaña Cooper. Tenía 68 años de edad.
Desde la entrada hasta la salida su túnel medía casi 800 metros. En los 32 años que le tomó terminar su obra Burro había sacado en carretillas y a solas un total de 5.800 toneladas de rocas. Esto equivale a unos 450 Kg. al día durante 32 años y en cuanto al mineral de oro solo había extraído 20 toneladas para venderlas después a 60 US$ cada una.
Burro cumplió 70.000 horas de trabajo forzado para ganar un gran total de 1.200 US$. Tres días antes de cumplir los 83 años Burro Schmidt falleció. El único comentario que hizo sobre su logro solitario fue: “Nunca gané ni un centavo por esa cosa”.
Pero se equivocaba su pasadizo secreto lo colocó directamente en las páginas de la historia.

Un hombre exageradamente feliz

Dr. Hunter “Patch” Adams
(un hombre “exageradamente feliz”)
Del Film Patch "Adams"
–¿Por qué quieres ser médico? –le pregunta el colega a Adams.
–Quiero ayudar –responde Adams–. Quiero conectarme con la gente. El médico ve a la gente más indefensa.
–A mi me fascina el desarrollo de la mente humana. –dice el colega- Comenzamos tan abiertos y espontáneos. Como individuos libres y luego nos amoldamos. Como si estuviéramos condicionados por entrenamiento.
–Es cierto. Pero eso puede modificarse cambiando las condiciones. Variando los parámetros. Te lo demostraré.
Lo llamaremos “la prueba del saludo”. Un intento de cambiar una respuesta programada para obtener otra más espontánea.
–Hola –saluda Adams colgado de un árbol a una anciana.
–Hola –le saluda la anciana.
–No entiendo, respondió del modo programado –le observa el colega.
-La afecté –afirma Match.
-La asustaste –observa el colega.
-No, espera. Espera… -indica Patch.
-Uh, estás loco –exclama a los pocos metros la anciana tentada por la situación.
-Una sonrisa. En 10 segundos, ¡Victoria! –Exclama Patch-. Todavía falta. Ven amigo.
-¡¿Ariiii?! –saluda Adams a una mujer desconocida con este saludo tan particular.
-Hola –le saluda la mujer casi instantáneamente.
-¡Con menos tiempo de espera! –le dice de manera triunfante Adams a su colega.
-Ayer hice 12 llamadas al azar. Hablé con un tal Dale por 3 horas. Me dijo cosas insólitas.
-¿Eso que prueba, aparte de que estas loco? –le interroga con curiosidad el colega.
-¿Qué distingue a un médico de un técnico? Además del sueldo, las personas –responde Adams-. Nos hacemos médicos para ayudar a las personas. Yo quiero ser pediatra. Bueno, personas pequeñas. Pero para ser médico hay que tratar la enfermedad y al paciente. Así que tenemos que sumergirnos, entrar al mar de la humanidad. –se apasiona Adams.

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